En sus manuscritos encontramos párrafos muy elocuentes de cómo vivía sor Leonor la Semana Santa:
“Mi meditación continua era la pasión del Señor y el Señor misericordiosisimo, se me comunicaba de una manera tan dulce y sensible, que me deshacía continuamente en amor suyo, muchas luces recibía mi alma, me renovó toda y parece que me mudó en otra persona.
Un jueves me sentí movida a considerar la pasión y muy especialmente en el paso de la Cena y la oración del huerto, y me puse a ello a las ocho de la noche, a las diez pensé concluir, mas no hice lo que dije sino lo que mi Dios quiso.
Medité de rodillas toda aquella noche paso por paso acompañando a Nuestro Redentor tan alo vivo, que se me pasó la noche sin que la sintiese, sin que cambiase postura, y sin sentir el menor cansancio, cuando el sol a la pieza por las hendijas de una ventana, dije: ¡bendito seas mi Dios! como ha sucedido esto?
Gracias te doy porque así me has entretenido en tu compañía. Acabé porque me fue necesario, pero no porque yo quisiese. Pedí aquella noche muchísimas gracias para todos, pues fue tan grande el ardor y celo que puso Dios en mi corazón y el odio al pecado; que fue como si se hubiese hecho uno mi corazón con el de Jesús, en el deseo del bien de las almas.
Las junté a todas, las apreté en mi pecho y llorando las presenté al Corazón de Jesús y muy particularmente a las jóvenes doncellas, que las llamase a su servicio que aumentase y las consagrase a su puro amor. Mucho pedí por estas, porque no había cosa que me doliese y me apesadumbrase mas que la desgracia de una mujer, y entre otras gracias particulares que pedí al Señor aquella noche, pedí que moviese los corazones y que se proporcionase un hospital para las mujeres pues había tantas pobres sin amparo alguno, y mueren de necesidad.
No pasó un mes cuando una Señora viuda y sin familia; tenía dos casas muy buenas y una que acababa de construir, la destina para hospital de mujeres y la hace patrona y dueña de toda aquella casa a Nuestra Señora del Rosario; y para que yo lo supiese permite el Señor que otra Señora me busque y me pide que yo interceda para que la ocupasen a ella en el hospital, todo sucedió así: fui a conocer la casa y llevamos alguna limosna para las enfermas, todo estaba perfectamente arreglado, y yo quería trabajar en aquel hospital, hasta que hubiese lugar para ingresar en el monasterio. Pero no me lo permitió el Padre Paulino. Conseguí que se ocupase la pobre Señora y todo fue para mi mayor consuelo. Le di muchas gracias al Señor por todo.”
Vemos como Sor Leonor, meditando en la Pasión y pidiendo al Señor por una necesidad que había en San Juan, Él le concede la gracia que tanto deseaba, para bien de los demás. La oración siempre es eficaz y llena de divino consuelo a quien la practica con amor y devoción.
Anonadada junto a Jesús
“En otra ocasión, en toda la semana Santa, pedí con mucha insistencia a Nuestro Señor que me diese su amor, y el lunes de Pascua, al hacer la genuflección para salir del coro, vi delante de mí una gran luz, pero no con los ojos del cuerpo sino intelectualmente, así se me enseñó que se llamaban estas viciones intelectuales, por que con mi entendimiento vi y entendí que esa luz era Jesús resucitado y tuve una “agradabilísima” sorpresa y sonriendo dije: ¡Oh! de dónde a mi esta dicha, y me detuvo la luz, no me dejó salir y me quedé allí, en los mas dulces coloquios y tan entretenida con mi Jesús, tan gratas y afectuosas lágrimas derramaba de amor a El que me despedí de Él por que tocaban al refectorio para comer; estuve mas de una hora y me pareció un instante”.
Pidamos como sor Leonor, el amor del Señor, para poder seguir nuestro camino en esta vida, llenas de Él, para bien de la Iglesia, de Nuestra patria y de todos nuestros semejantes.
