“Alma santa, tanta falta que nos haces, ruega por nosotros”

25 de noviembre de 2019. Por sor Lucrecia, monja del Monasterio Santa Catalina de Siena, Córdoba, Argentina.

La Comisión Médica convocada por el Vaticano el 21 de noviembre aprobó por unanimidad el milagro obrado por Dios gracias a la intercesión de Fray Mamerto Esquiú, lo que constituye un importante avance en la causa de beatificación del “Orador de la Constitución”.

Se le atribuye  el milagro de la sanación de una niña tucumana. La comisión de médicos declaró que no tiene explicación científica, ya que ha sido un hecho insólito. Los facultativos son expertos en la materia que se trata y han sido convocados no por su religión, sino por un tema científico.

Llegada la buena noticia, repicaron las campanas de la Catedral Basílica Nuestra Señora del Valle y del Convento Franciscano, ubicados en pleno centro catamarqueño.

¿Quién fue Mamerto Esquiú?

Mamerto de la Ascensión Esquiú nació en Catamarca en el año 1826, en la localidad de Piedra Blanca. Fue fraile franciscano  y obispo argentino del siglo XIX, políticamente relevante por su encendida defensa de la Constitución Argentina de 1853.Fue consagrado obispo de Córdoba el día 12 de diciembre de 1880, y tomó posesión de su sede episcopal el día 16 de enero del año siguiente. Llevó una vida austera, e hizo todo lo posible para reordenar la administración diocesana, poner en acción la pastoral eclesiástica. Trató a todos como un  padre; un padre humilde y austero, además, que recorrió casi todas las ciudades y pueblos de la diócesis.Murió el 10 de enero de 1883 en la posta catamarqueña de El Suncho, en viaje de regreso desde La Rioja a su sede obispal de Córdoba.

Esquiú en la vida de sor Leonor

Sor Leonor en sus escritos autobiográficos menciona un hecho en relación con Monseñor Esquiú y un pedido que le hizo a través de una carta:

“Dos días antes de que muriese el Obispo Esquiú, inspirada por Dios hice una palma (…). Era una palma muy blanca y la adorné con adornos curiosos muy finos y negros, con una habilidad y gracia ajena a mis aptitudes, formé una letra M con la cinta negra y la coloqué en medio de la palma, con ricas y graciosas prendeduras, las llevé al recreo  y las mostré a las monjas, ellas se sorprendieron al verla y me preguntaron admiradas: ¿qué significa esta palma tan preciosa? (…)“yo la hice y es para anunciar la muerte del que entra” y ellas me preguntan ¿ y quién es el que viene? yo le respondí: “La letra negra lo indica, pues quería decir Mamerto y al ser negra quería significar que entraría fray Mamerto Esquiú  pero muerto y con palma. (…)

Esto sucedió el mismo día que murió, y a la noche de ese día se me apareció en sueños. Yo me postré a sus pies tomándolo con las manos, diciéndole con un muy sentido llanto: “alma santa, tanta falta que nos haces, ruega por nosotros”. Como él miraba, yo comprendí muy bien que con su mirada me hablaba y me recordaba en primer lugar una cosa que le escribí yo cuando él visitó este Monasterio; le decía en mi carta: “muy inmerecido Padre nuestro, pronto, pronto antes de que Dios por mis grandes pecados nos lo arrebate de entre nosotras, el día que menos pensemos, visítenos”. Así ha sido, cinco meses antes de morir cerró la dichosa, deseada y santa visita.”

Sor Leonor se refiere a la visita canónica o pastoral que hace el obispo al monasterio, una visita que hizo mucho bien a la comunidad en aquel momento. El 28 de abril de 1882, pocos meses antes de su muerte, Monseñor Esquiú realizó esta visita a la comunidad de monjas como data en el Libro de Visitas Canónicas del monasterio.

La vida sencilla y abierta a la acción de Dios, de sor Leonor nos deja este regalo tan providencial. Un camino de fe trazado por sueños, que supo guardar y meditar en su corazón, sueños que le permitieron descubrirse amada, labrada y cuidada por las manos providentes de DIOS a fin de“amar, confiar e interceder” como monja dominica contemplativa.

“Alma santa, tanta falta que nos haces, ruega por nosotros” (Venerable sor Leonor).

 

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