Sor Leonor devota del Sagrado Corazón de Jesús

7 de Junio de 2019. Por Mons. José María Arancibia. 

Amar: es la primera palabra que sintetiza la rica experiencia espiritual de la Venerable sor Leonor de Santa María Ocampo OP. Su intensa y permanente comunión con Dios, brotaba de una fe firme y confiada, en un corazón humilde pero sediento del amor de Dios, al que amaba con una fuerza desbordante e incontenible. Su corazón es el centro de las vivencias que ha dejado escritas.

Como ella cuenta, vive toda su relación con Dios desde un corazón tierno y afectuoso, que guarda la presencia amorosa de Dios, y que con Él dialoga, sufre, se consuela y goza. Los sentimientos de humildad y miseria de su propio corazón encuentran en esta privilegiada comunión con el Señor la serena paz del perdón divino y una completa seguridad en los peligros. En lo más íntimo de su corazón se siente una hija querida, elegida, visitada y siempre protegida por el Altísimo. Y cuando cuenta cómo recurre a Dios para pedirle favores o las fuerzas necesarias, no menciona su mente o sus palabras, sino la elevación a Dios de su confiado y amante corazón.

Corazón abrazado por el Sagrado Corazón

Así se comprende que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, tan difundida en aquel tiempo, haya tenido gran importancia en la vida espiritual de sor Leonor. Cuenta ella que siendo joven laica en San Juan, pasó largas horas meditando en la pasión de Jesús, de modo que Dios puso en su corazón tanto ardor y celo por las almas, que ella las juntó y apretó en su pecho “y llorando -escribe- las presenté al Corazón de Jesús que nos redimía” (Autobiografía 57).

El objeto de su preocupación eran entonces las mujeres desamparadas de aquella ciudad. Otra vez, luego de pedir y obtener la salud para su hermana enferma, se sintió llena de amor, humildad y gratitud hacia Dios, pero también como una humilde pecadora, y experimentó como si Él la “estrechase y uniese a su divino Corazón y me hartase de tantas dulzuras, tantos bienes, que no soy capaz de explicarlas” (A. 70). En esos años, cuando aún no podía concretar su deseo de hacerse monja, tuvo una consoladora visión en que la Virgen le acercó el Corazón de Jesús, traspasado con la lanza, para asegurarle que conseguiría su deseo de consagrarse a Dios (A. 76).

Ingresa al monasterio el día del Sagrado Corazón

Isora Ocampo logró ingresar al monasterio a los 26 años. Fue precisamente el día del Sagrado Corazón en junio de 1868, que recuerda como una misericordia especial de la divina providencia; y anota: “fue como si Jesús hubiese abierto su pecho y me hubiese estrechado en su divino Corazón, sintiendo mi alma el consuelo más grande que imaginar se puede” (A. 103).

Así vio cumplida la promesa de la Virgen. Según sabemos por el Diario de los jesuitas, ese año ellos mandaron a las Catalinas el libro de santa Margarita de Alacoque, porque querían leerlo durante las comidas; esta santa fue quien difundió con sus revelaciones la devoción al Sagrado Corazón. Años después, al experimentar que Dios la favorecía y transformaba con su divina presencia, de la cual no se consideraba para nada digna, pidió al Señor que hiciera esas misericordias a quien más las mereciera; y queriendo crecer en humildad rogaba: “por tu Corazón humildísimo te suplico que enriquezcas mi pobre corazón de esta preciosa virtud y hazme suelo para que todos me pisen”. El Señor le respondió: “Soy dueño de mis gracias”, y así se sintió estrechada a Su pecho, con afectos tan ricos y fuertes que no podía describir (A.114).

Hacia el final de su autobiografía, cuenta que en la víspera de la fiesta del Corazón de Jesús pidió al Señor una estampa devota de esta devoción y al día siguiente alguien regaló un cuadro bellísimo, tal como ella deseaba (A. 150). Una de las últimas visiones que describe en  su cuaderno, es la del sagrado Corazón de Jesús, grande, hermoso y lleno de luz, del cual salía una llama que la deslumbró; un mar de fuego, cuyo sentido anota a continuación: “significaba el amor que tiene al mundo” (A. 161-162).

Que también hoy, en un mundo agitado y violento, a veces inseguro y sin esperanza, el Corazón de Jesús nos ayude a descubrir el amor misericordioso de Dios, que a todos salva, para amarlo sobre todas las cosas, y para respetarnos y querernos más unos a otros, intercediendo siempre por quienes más lo necesitan.

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