sor María Mercedes tiene 32 años es novicia en el Monasterio Santa Catalina de Siena desde hace cuatro años. Si hay algo que la identifica es la alegría cuando uno la escucha. Ella participó de un encuentro vocacional que le cambió la vida y está feliz de ser una monja, «normal» y anima a otras chicas a participar de los encuentros para encontrar su vocación.
¿Cuándo realizas tu encuentro vocacional y como fue esa experiencia?
En el año 2012, en septiembre, participé de un encuentro vocacional en el Monasterio Santa Catalina. A las monjas ya las conocía, desde el año 2000, porque en el grupo juvenil de cual participaba en ese momento, tenía como Patrona de las mujeres a Santa Catalina de Siena, así que comenzamos a venir a las misas de los días 29 de abril, día de Santa Catalina, y luego a compartía con las monjas en el locutorio.
Yo había comenzado un camino de discernimiento, desde el 2011, luego de participar de la JMJ de Madrid, que fue para mí un punto de inflexión. Ahí me plantee de manera seria la vocación. De esto se dio cuenta una amiga, que un día mientras estábamos por comer algo antes de entrar al cine me preguntó que me pasaba… que estaba rara; y cuando le conté se alegró y me dijo que me iba a ayudar.
A los meses, me llama un viernes a la siesta, y me dice que recién pasaba por enfrente del Monasterio Santa Catalina, y que había visto un cartel de un encuentro vocacional, que se realizaba al día siguiente y me dijo que me iba a acompañar. Pero nos dejamos estar y cuando nos encontramos en el centro ese mismo día, ya eran más de las 18:00 y las monjas ya no atendían el teléfono y el timbre porque estaban rezando en el Coro.
Así que mi amiga se fue a hablar con el guardia de la Iglesia, y le preguntó como podíamos hacer para avisar que queríamos participar al día siguiente del encuentro. Él le dijo que esperáramos que las monjas terminen de rezar, que él le iba a avisar y que cuando saliera una de las hermanas a cerrar la Iglesia le preguntemos que teníamos que traer, etc. Así que nos cruzamos a “Café con Dios” hasta que Alberto – el guardia- salió y nos llamó, mi amiga fue hasta la puerta y hablo con Sor María Belén para avisar que participaríamos del encuentro vocacional al día siguiente.
¿Qué es lo más valioso de estos encuentros?
Lo mejor de participar del ese encuentro fue ir descubriendo lo hermosa que es esta vocación, sus riquezas y su misión. Poder ver, conocer y compartir con las monjas, ver que son «normales», que se ríen, que hacen bromas, en fin, que son felices. Además conocer el carisma propio dominicano de la vida contemplativa, sus pilares: la vida fraterna, el estudio, la oración, el trabajo, el rezo de la Liturgia de las Horas.
Cuando iba escuchando a las monjas contar estas cosas, no las sentía como algo extraño o raro, sino que todo me era muy familiar… es difícil de explicar, pero para mí fue una confirmación de aquellos anhelos que el Señor había puesto en mi corazón.
También fue muy lindo poder compartir con otras chicas, que también estaban en discernimiento, de hecho, con una de ellas sigo en contacto y nos seguimos acompañando en nuestro camino de seguimiento de Jesús.
¿Cuándo ingresaste al monasterio Santa Catalina? Tres palabras o gestos que sinteticen lo mejor de elegir la vida contemplativa.
Al monasterio ingrese el 14 de agosto de 2014, pero antes realicé la experiencia de tres meses, desde el 6 de diciembre de 2013 al 21 de febrero de 2014.
Si tengo que destacar tres cosas hermosas de ésta vida son; la sencillez, porque nuestra vida es bien sencilla, no hay nada grande ni vistoso, sino más bien oculto y silencioso, cotidiano, que es al fin y al cabo donde se “juega” la fidelidad, en lo de cada día y en cada momento.
Lo segundo la alegría; que en el poco tiempo que llevo aquí, voy descubriendo que es algo más profundo, que es algo que brota de adentro, de un encuentro con el Señor, que cada día se va acrecentando, que se nota y manifiesta, pero que por lo general son los otros quienes lo notan.
«Con la oración se llega a todos lados»
Y la “infinitud” de este modo de vida; el ser instrumento de intercesión, el poder llevar en el corazón y presentarle a Dios todo aquello por lo que nos piden rezar, todo aquello que acontece en el mundo, en la Iglesia; es enorme, no tiene límites. Si bien uno vive en un lugar determinado, pero con la oración se llega a todos lados, es como que se amplía el horizonte. La mayoría de las veces “no se ven” los frutos, forma parte del Misterio, pero seguramente el Señor ha actuado y actúa en las vidas de aquellas personas por las cuales debemos interceder, al modo que Él sabe y conoce que es mejor.

¿Qué le dirías a otras chicas sobre los encuentros vocacionales?
Yo les diría que se animen a participar en los encuentros, porque son espacios pensados para poder encontrarse con el Señor y conocer Su voluntad, además de poder conocer esta forma de vida consagrada.