16 de Agosto de 2019. Comunicación @SorLeonor – Monasterio Santa Catalina de Siena.
Sor Lucrecia OP. Monasterio Santa Catalina, Córdoba.
“Entre una contemplativa que reza y sufre y un sacerdote que predica el evangelio, hay una gran afinidad en el orden de la gracia” (San Juan Pablo II).
1° PARTE
Los sacerdotes y los consagrados están llamados a un estilo de vida que responda a una entrega a Dios, que genere Vida en abundancia, es decir, que engendre la Palabra en los corazones. El aspecto de la paternidad y maternidad espirituales plenifica y hace fecunda la donación, sacando lo mejor de sí para anunciar a Cristo a los hermanos.
José Luis Martín Descalzo, al preguntarle cómo veía él el sacerdocio, habla de la paternidad espiritual, habla de dar a luz en el alma. Reflexionar sobre este don particular, en el marco de la vida de la venerable sor Leonor puede arrojar un rayo de luz sobre nuestra propia historia.
Una experiencia muy cercana
Muchos episodios de la vida de sor Leonor ponen de manifiesto la cercanía y la ayuda que recibió de los sacerdotes desde su más tierna infancia y a lo largo de toda su vida. Podemos afirmar que ellos le comunicaron la vida de la fe y la formaron, o como alude ella: “conocí al reverendo padre Laurencio Torres, primer padre dominico que conocí; tuve muchísimo gusto porque yo quería mucho a Nuestro Padre Santo Domingo y desde aquel momento lo elegí para que sea mi confesor. Así fue, él me ha criado en lo espiritual”.
“él me ha criado en lo espiritual”.
En su autobiografía la venerable relata que alrededor de los siete u ocho años: “Respetaba, amaba y reverenciaba tanto a los sacerdotes, que me llenaba de una santa indignación cuando oía hablar de alguno con menoscabo de su honor, no me acordaba que era pequeña y que podían castigarme o reprenderme; yo salía a la defensa diciendo que por qué hablaban de Dios tan mal y otras cosas, no porque yo comprendiese que ellos eran dioses, sino que eran en cuanto a su representación el mismo Cristo, pero lejos de dar contra mí los que me oían, quedaban admirados y procuraban hacerme hablar más, para descubrir mis sentimientos y apreciación que yo hacía sobre este particular.”
Y sigue su relato diciendo: “En los tiempos que había cura en el lugar y todos los sacerdotes que iban a la casa, yo no permitía que nadie los sirviese en todo sino yo, que era como una Magdalena con ellos y tenía tan gran satisfacción de esto porque creía que lo que yo hacía con estos ministros del Señor lo hacía también con Jesucristo que estaba en el cielo, por cuyo amor lo hacía. ¡Cosa admirable! ni esa edad de siete a ocho años que tenía cuando esto hacía, ni por el aprecio que hacía de ellos, no me inclinaba a confesarme con clérigo. Mi primera confesión la hice con un padre franciscano muy santo que andaba mucho por allí le llamaban el padre Aymon, misionero”
Sin duda que esto nos demuestra la mirada de fe que tenía y la motivación sobrenatural que le llevaba a tener tanta delicadeza con los sacerdotes en su trato, en sus modos de pensar y referirse a ellos; y en su santa indignación al oír ciertas conversaciones: representan al mismo Cristo.
Asimismo, los sacerdotes providencialmente a lo largo de su camino espiritual, fueron como faros que le ayudaron a superar las pruebas, iluminaron su inteligencia con la instrucción, la animaron a perseverar en el llamado de Dios y a dar sentido a sus sufrimientos desde la aceptación y la fe. Podemos decir, que en su proceso, le ayudaron a discernir la voluntad de Dios y a comprender las gracias y favores que recibía desde el don de la paternidad espiritual.
Un deseo cumplido
A los dieciocho años, cuando sor Leonor se trasladaba junto a su padre a San Juan, en el camino, le confío a sus hermanita tres deseos. Entre ellos, el primero fue ver, apenas entre a San Juan a un sacerdote dominico y que ese sea su confesor. Este deseo inspirado por Dios, no se hizo esperar ya que como ella nos relata: “el primer sacerdote que vi cuando llegábamos a la casa de mi hermana fue el Padre Norberto Laciar, dominico. Y le dijo a su hermanita: “Mira, (…) ¿te acuerdas el deseo que tuve y te dije? Pues estos son los dominicos y este ha de ser mi confesor”.
En efecto, la vida de los santos y en particular la de la venerable sor Leonor, están marcadas por una confianza llena de audacia en la providencia, lo que nos indica una actitud a tener, ante las diversas circunstancias que debemos atravesar. El asombro y la alegría ante los deseos concedidos nos muestran la humildad y la sencillez de los niños que saben recibir. Es la fe, la que otorga esa convicción interior de esperarlo todo de Dios, ya que él, tiene planes mejores que los nuestros.