Los misterios dolorosos del Rosario de Sor Leonor

28 de Octubre de 2019. Comunicación @sorLeonor

Meditamos los misterios dolorosos, siguiendo los pasos de nuestra hermana sor Leonor de Santa María, que supo encarnar en su vida, desde pequeña, la enseñanza del Señor: “Si alguno quiere seguirme, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga”.

1º Misterio: la oración de Jesús en el huerto.

“Después de una gran lucha conmigo misma, de mucha oración y mortificación, vencí la peligrosa tentación, quedando en paz y resignada, y hecha una con la divina voluntad. Aunque lloré mucho, estaba en paz y dije a mi Señor: ‘no soy digna Señor, de beber este cáliz, hágase tu voluntad, no la mía”.

2º Misterio: la flagelación del Señor

“Los sufrimientos morales con la contradicción continua que me hacían de mis inclinaciones y ejercicios espirituales, el aislamiento en que me veía y las injurias y calumnias que me levantaban, más los sufrimientos físicos por los golpes y azotes que me daban, me hacían bendecir a Dios, sufriendo con mucha paciencia y creyéndome que era merecedora de todo lo que padecía. ¡Bendito sea mi Dios! ¿Quién podrá comprender los designios de Dios con cada una de sus criaturas?

3º Misterio: la coronación de espinas.

“Me recibió la ropera con tantos gritos y palabras injuriosas pero lejos de irritarme, resentirme o desedificarme, sufrí con amor y paciencia, con silencio y humildad, dándole gracias al Señor, que señaló a esa hermana para que labrase la corona en el Monasterio. Y segura quedé de la gracia que a la mañana había recibido de Dios en la oración, que le pedí una humillación y me la mandó ese mismo día.”

4º Misterio: el Señor con la cruz a cuestas, camino del calvario.

“Permitió Nuestro Señor que me asemejase a El en mi vida ultrajada, calumniada, golpeada, humillada de mil maneras y difamada; sin jamás haberme ofendido de nada de cuanto me hacían y decían.”

5º Misterio: la crucifixión y muerte del Señor.

“Mi meditación continua era la Pasión del Señor, así presencié en sueños su crucifixión, la oscuridad en que quedó después, la soledad y tristeza de la Virgen, San Juan y las dichosas mujeres que allí estaban, de esta meditación sacaba fuerzas para aceptar los sufrimientos, sabiendo que así me unía más a El”.

Solo en la imitación de Jesús, manso y humilde de corazón, podemos seguir como esposas de Aquél que tomó un cuerpo como el nuestro, para ofrecerlo al Padre en el misterio de la redención.
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