22 de Octubre de 2019.
Sor María Nora op
El Papa dominico San Pío V instituyó para la Iglesia universal la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, al conmemorarse el 7/10/1571 la victoria de la batalla naval de Lepanto. Los frailes dominicos fueron quienes definieron su estructura actual hacia el año 1.400. Surgió como sustituto del Oficio Divino que rezaban los monjes en latín, para las personas que no sabían el idioma oficial de la Iglesia. La propagación de esta devoción fue extraordinariamente eficaz.
Surgieron las Cofradías del Rosario que se extendieron por todo el mundo. Cercano a nuestros días, el Beato Bartolomé Longo, miembro de la Hermandad Seglar Dominicana, construyó el Templo-Basílica del Rosario en Pompeya e instituyó 2 orfanatos y dio origen a una congregación religiosa, destinada a la asistencia de los pobres y marginados. Escribió numerosísimas obras de alabanzas a la Virgen María.
Sor Leonor siendo niña, ya gustaba de esta oración vocal que rezaba todas las noches con su familia. Ella se unía al rezo, con espontánea piedad y tierno afecto.
Viviendo en La Rioja, rezaba las tres partes del rosario todos los días y en diferentes horas, como lo hará después, siendo monja. Fue su devoción preferida. Cuenta que en San Juan, una noche no pudo rezarlo porque estaba muy cansada. Se dispuso a dormir y sintió que alguien le tiraba de las trenzas y la hizo arrodillar. Ella lo interpretó como una enseñanza del Cielo, porque el deseo de Dios es que estemos con Él en la oración y se así se vence todo cansancio.
Otro episodio especial le ocurrió cuando estuvo muy enferma su hermana menor. Le pedía que rezara para curarse y sor Leonor no quería, porque deseaba que se fuera al Cielo. Al fin accedió y al 3° misterio, su hermana recobró la salud por completo. Este hecho la hizo crecer en confianza hacia Jesús y María, que le demostraban que su oración era eficaz.
El Jesús y la Virgen que todo Padrenuestro y Avemaría recuerdan, son los mismos que nos proponen los Evangelios. Es el fiel itinerario de una vida que desea unirse al Señor, siguiendo sus pasos gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos. Va marcando el ritmo de nuestra vida humana, para armonizarla con la divina, mientras caminamos hacia el Cielo. El Rosario es una plegaria maravillosa por su sencillez y profundidad.
La repetición de las oraciones es el tejido sobre el cual se desarrolla la contemplación de los misterios. El ritmo tranquilo y reflexivo, es como un remanso que ayuda para la meditación de los misterios, vistos a través del corazón de María. Así, desvelan su insondable riqueza. Esta corona de oraciones es un compendio excelente del Evangelio. Cada hecho de la vida del Señor sigue vivo y actúa en este mundo y al evocarlo por el rezo del rosario, el misterio vuelve a derramar toda la gracia divina que contiene.