Sor Leonor, la Navidad y el Niño Jesús

21 de diciembre de 2019.

Por Monseñor José María Arancibia. 

De sor Leonor conocemos las vivencias que ella misma escribió y algo más que las monjas contaron; pero el resto de su vida ha quedado en un gran misterio de gracia divina.

Navidad se menciona una sola vez en su biografía: la del año 1900, cuando postrada en la enfermería pidió que se celebrara allí una Misa, en la que comulgó por última vez. Tres días después falleció, gozando del Hijo de Dios encarnado que le dio a comer su Cuerpo y su Sangre, antes de partir.

Desde jovencitase conmovía mucho con los niños; sobre todo con los pobres y los enfermos. Y, como algunos santos conocidos, tuvo especial devoción al Niño Jesús. Siendo laica en La Rioja e impresionada por las llagas de San Francisco, enseguida lo soñó todo llagado y con el Niño en brazos. Al partir años más tarde hacia San Juan, con bastante miedo por aquel largo viaje, llevó consigo una imagen del Niño, con otras estampas.

En aquella ciudad, siguió rezando y buscando su vocación; entonces soñó con la Virgen del Rosario y el Niño Jesús a su lado, que estaba pidiendo y obtenía de su madre una gracia para ella: el estado religioso. Allá cuidó también a un sobrinito suyo enfermo de gravedad, que invocaba al Niño Jesús, y muy lúcido se ofreció para rogar por ella en el cielo. “Pide al Señor y a la Virgen -le confió ella- primero por tus padres, por tus hermanos y después por mí, y dile a la Virgen y al Niño Jesús que me concedan cuanto antes lo que deseo”.

En sus muchos años de monja dominica en Córdoba, Dios también le concedió varios encuentros con el Niño Jesús; y todos estuvieron llenos de íntimo afecto y tierna devoción. Así le sucedió cuando preparó un vestido muy adornado para la imagen del Niño, que -según la costumbre del convento- sostenía el velo que debía recibir la nueva profesa. Entonces era su sobrina la que estaba por hacer los votos religiosos.

El Niño en sus brazos

Otra vez, mientras pasaba por una gran angustia, experimentó la presencia del Niño Jesús a su lado, que la animaba y consolaba; más aún, y como ella cuenta, le concedió en esa ocasión la gran misericordia de encauzar los afectos de su corazón. Por último, y siendo ya una monja mayor de edad, al sentirse de alguna manera rechazada por sus hermanas de comunidad, volvió a soñar que tenía al Niño en sus brazos y lo sintió algo pesado. De inmediato interpretó ella que le anunciaba algún sufrimiento. Pero viendo la sonrisa que el pequeño Jesús le ofrecía, comprendió enseguida que debía sufrir con alegría cuanto le estaba sucediendo.

Por lo tanto, en la vida espiritual y mística de sor Leonor de Santa María, su relación con el Niño Jesús expresaba profunda experiencia de haber encontrado la presencia cercana, bella y tierna de un Dios trascendente y encarnado, que consuela, conforta y alegra, aun en los momentos de mayor sufrimiento.

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