Sor Leonor siempre fue muy devota e hija de María. Así nos lo cuenta ella:
Teniendo yo ocho años, muere mi madre(…)
A mi buena tía le pareció prudente alejarme de aquellos lugares, que me causaban pena, para que no se apoderase de mí alguna enfermedad. Me pidió a mi padre y me llevó a su casa, donde había unas primas de mi edad, para que me distrajese.
Me llevó a Malligasta, donde era su casa, y en este lugar había una capilla consagrada a la Purísima Concepción y se veneraba mucho la imagen milagrosa que allí había. Y el primer paseo que me hizo hacer mi buena tía, fue a esta capilla, y desde que entré por la puerta me sentí tan conmovida y devota, que tuve mis esperanzas de encontrar allí mi consuelo. Así sucedió; llegué a la baranda del presbiterio y me hinqué. La imagen del altar mayor estaba cubierta con una rica cortina y me la descubrieron. Toda arrebatada alcé mis manos arriba y después las apreté en mi pecho y dije a la Virgen, toda deshecha en lágrimas: Madre mía, yo no tengo madre, sed vos, mi Madre.
“¡Madre mía, yo no tengo madre! ¡Sed vos mi madre!”Y más adelante volvió a concurrir a la Virgen Inmaculada, era el 7 de diciembre, era la víspera de la Purísima Concepción. La familia de la tía se había encargado de vestir la imagen, para luego llevarla a la Misa y procesión. Esa tarde, mientras Isora se hallaba sola con la imagen se arrodilló a sus pies y “con muchas lágrimas le pidió a la Virgen que, ya que ella era mi madre, me diese el esposo que más me convenia.”
El día que hice la súplica a la Virgen, aguardando al esposo que ella me diese, se me aparece en sueño la Virgen, en la noche del día 8 de diciembre. Estaba vestida de blanco y celeste, como se la viste con el pelo suelto; muy cariñosa como las más tierna madre, y me dijo: Hija, haced lo que quieras de mí y pídeme lo que quieras. Para darme a entender cuánto la había contentado con la petición que le había hecho ese día. Me acariciaba como a una criatura.”
Y vos, ¿le confías a María todos tus anhelos, tus dolores, tus búsquedas?