Sor Leonor entregó su vida en los brazos de San José

Sor Lucrecia de Jesús O.P

El 19 de marzo celebramos la Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María y padre virginal de Jesús. Es el santo por antonomasia,  esposo virginal de la Virgen María, custodio de la Sagrada Familia, padre y guardián de la Iglesia, abogado de la buena muerte. Proclamado por Pío IX patrono de la Iglesia universal.

Con su vida abrazó el proyecto de Dios, custodió los tesoros más preciados Jesús y María  y se convirtió para todos nosotros en modelo de fe auténtica. Por  la fe se lanzó a una misión que humanamente lo superaba, pero que, sostenido por la gracia y confiado en los sueños de Dios se animó a vivir sin reservas. José, cuyo nombre significa “Dios añade”, nos enseña que Dios añade a tu vida y a nuestra vida eso que necesitamos para ser santos, para ser felices, para vivir en plenitud la misión de amar.

La santidad de José y la venerable sor Leonor

La devoción a San José se fundamenta en que este hombre “justo” fue escogido por Dios para ser el esposo de María Santísima y hacer las veces de padre de Jesús en la tierra.

San Bernardino de Siena decía  “… siendo María la dispensadora de las gracias que Dios concede a los hombres, ¿con cuánta profusión no es de creer que enriqueciese de ella a su esposo San José, a quién tanto amaba, y del que era respectivamente amada?” Y así, José crecía en virtud y en amor para su esposa y su Hijo, a quién cargaba en brazos en los principios, luego enseñó su oficio y con quién convivió durante treinta años.

Por tanto, la presencia de San José en la  vida de sor Leonor, tan marcada por la confianza en providencia, es un hecho ineludible. Sobre todo, podemos destacar la presencia del santo asistiéndola en sus necesidades y en íntima conexión con el cumplimiento del plan de Dios para ella.

“Llevé un cuadrito de San José, lo tomé como protector para que me hiciera conocer como tenía que hacer para adquirir la dote, pues ya no tenía esperanzas que mis hermanos me dieran. Le hice el septenario para que durante él me manifestase de un modo señalado lo que fuese conveniente hacer, porque ya recibí carta otra vez de las monjas, pues el cólera había desocupado varios lugares. 

El penúltimo día del septenario, va a casa un joven llamado José, había sido educado por mi cuñado y después se fue a Chile; vino de allí y buscó la casa donde se había criado, para visitar por gratitud a mi hermana. Yo no salí porque no recibía visitas, y él le dijo  a mi hermana que sabía que tenía más hermanas allí, que deseaba conocernos. Salió mi hermana menor, pero José siguió insistiendo que a mí también me quería conocer y condescendí a su deseo. Lo cierto es que Santo mandó a aquel joven José para que yo conociera lo que tenía que hacer para ser monja.

Yo no quise decirle a él mi deseo, pero tanto instó en la conversación,  que me hizo que se lo dijera y me preguntó por qué no era ya religiosa, le contesté que aún había inconvenientes que allanar y se quedó un rato pensativo. Y me dice: “señorita disculpe que sea tan inoportuno en mis preguntas dígame: ¿podrá decirme cuál es el inconveniente que Ud. tiene?”. (…) tuve que decirle que aún no había reunido todo el dinero necesario para la dote y él me preguntó si tenía esperanza de tenerla y yo le respondí que sí,  que esperaba en Dios que se allanaría esa dificultad.

Y José me dijo: “Yo quiero tener el gusto de tener parte en su felicidad y por eso le preguntaba, si me acepta quiero serle útil”. Fue el primero que me dio una buena limosna, por donde vine a conocer que esto era lo que Dios quería que hiciera, aunque encontré gran oposición en mi hermana. Viéndome ella tan resuelta a pedir limosna, dio parte a mis hermanos para que ellos me lo impidiesen, pero no les di tiempo.”

Sor Leonor “Antes de su muerte, pidió que le colocaran delante de su cama, un cuadro de la muerte de San José, porque, decía, no daría tiempo para nada. Pronosticaba su muerte para el veinticinco de diciembre, pero murió el veintiocho de ese mismo mes. Y murió como había dicho, sin dar tiempo ni a la administración de los últimos Sacramentos. Consolaba a las monjas, al ver que se afligían porque no podían traer al padre, por ser las altas horas de la noche, diciéndoles que estuvieran tranquilas, pues ella estaba preparada. Durante su enfermedad, se mostró siempre amable y cariñosa, nunca disgustada.”

San José murió en brazos de Jesús y de María. Si queremos entregar nuestra vida con una muerte dichosa tenemos la posibilidad de acudir a San José, muy de continuo como lo hizo sor Leonor. Pidámosle  esta última gracia que debe coronar nuestra vida y darnos paso a una eternidad feliz.

Conoce acerca de sor Leonor primera monja dominica contemplativa de Argentina camino a a la santidad.

Oración a la venerable sor Leonor, pide su intercesión por la gracia que necesites!!

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