14.09.2020. Monseñor José María Arancibia
En su larga historia, las monjas Catalinas han escrito mucho y por diversos motivos. Además de los libros conventuales, escribieron sus reflexiones espirituales y oraciones, salutaciones y poesías para profesiones, aniversarios y otros festejos. De todo ello ha quedado un material muy valioso y digno de estudio.
También sor Leonor puso por escrito su experiencia espiritual, tanto para agradecer a Dios las gracias recibidas como para pedir consejo sobre los favores especiales otorgados de lo alto. Siendo mujer instruida en religión e hija obediente de la Iglesia, bien sabía que necesita ayuda para discernir su experiencia mística. Por eso redactó sus memorias en el convento, comenzando desde la niñez y pasando por su vida de seglar y de monja. Escribía de manera reservada y solo para sus confesores, esperando de ellos iluminación y consejo. Como fueron varios los sacerdotes que la confesaron y guiaron, no se sabe con exactitud cuáles de ellos leyeron sus anotaciones. Si bien ella menciona algunas recomendaciones que fue recibiendo.
Sor Leonor falleció en diciembre de 1900, pero en los últimos años no completó sus memorias. ¿Qué fue de su diario espiritual? Es probable que de haber quedado en el convento, nadie lo habría leído, como pasó con otros apuntes de monjas, archivados con respetuosa discreción. Pero en realidad, lo había conservado el padre mercedario José León Torres, uno de sus confesores, fallecido en 1930.
Este sacerdote, reconocido como venerable por sus virtudes, había fundado la Congregación de las Hermanas Terciarias Mercedarias del Niño Jesús en 1887, y dejado una abundante documentación, fruto de su intensa labor. Al celebrar las Mercedarias cincuenta años de fundación en 1937, hallaron el manuscrito de sor Leonor entre la pertenencias del padre Torres y al revisarlo con la debida autorización advirtieron su valor. Enseguida lo devolvieron a las Catalinas, que reconocieron con alegría la obra maravillosa que Dios había hecho en su compañera de camino.
Pronto pensaron en el proceso de beatificación y recogieron unos primeros testimonios de monjas que había compartido años con ella. Se manifiesta así la dimensión pascual de sor Leonor, escondida y luego exaltada, como sus mismos escritos. Cuánto gozo experimentamos al saber que en el convento y en el hogar, muchas personas han vivido en profunda y fructuosa comunión con Dios, aun cuando no siempre se llega a descubrir el tesoro que son ante Dios y para la Iglesia.