Fragmentos del libro Memorias
Era costumbre sacar para pedir limosna, a nuestra Sra. del Rosario; los pobres de un lugar llamado Vichigasta, cargándola en andas iban a pie por muy larga distancia, con tal fervor, acompañados por música, con una caja de cuero y una flauta de caña y cantaban muy devotas alabanzas a la Virgen. Yo huía de casa y me iba a encontrarla y mi gusto era cargarla y no se cómo me la daban y cómo alcanzaba a levantar e igualar mis pequeños brazos con los de las mujeres grandes; creo que la Virgen se agradaba mucho de estos obsequios que yo le hacía, pues me regalaba tanto.
Desde la misma edad ( 4 años) era muy devota del santo rosario, que por no ser capaz todavía de rezarlo sola, me acostaba a dormir y cuando lo rezaba la familia, que lo hacían todas las noches, pero tarde y como yo era tan pequeña, nunca me despertaban para rezar, porque creían que más querría dormir. Como Dios se agradaba del buen deseo de mi corazón y la Reina y Madre mía de mi afecto hacia ella, permitía que las voces de los que rezaban el rosario fuese una música la más dulce y tierna para mí y el gozo que me causaba este concierto me despertaba y al punto me arrodillaba a rezar con todos, pero siempre con pesar de que no me hubiesen despertado para rezarlo entero.
Yo conocía que esta devoción y buena voluntad mía le agradaba mucho a la Santísima Virgen y ella me atraía mucho con consuelos y ternuras tan dulces y suaves, que no me dejaban pensar en otras cosas propias de criaturas, ni tampoco me causaba novedad para contarlo a nadie, porque yo creía que esto sucedía en todos, aunque no los veía llorar en el rezo como me sucedía a mí. Apenas comenzaba a rezar ya se sentía mi alma tan regalada y llena de dulzuras, que me volvía un mar de lágrimas y no estaba en mi mano ni el derramarlas ni el contenerlas.
Comparte aquí la gracia recibida por sor Leonor
En busca de una vida retirada
La luna estaba como el día, salí santiguándome, y con un valor tan grande y tal confianza en Dios, por cuyo amor hacía este acto. No encontré a nadie, caminé muchísimo y antes de entrar en lo hondo del campo y separarme de la ciudad, se me ocurre arrodillarme a rezar el rosario y pedirle luz al Señor y favor a la Santísima Virgen y que me condujesen a un lugar donde yo no fuese descubierta por nadie y poder así cumplir mis deseos. Estaba ofreciendo el rosario, cuando una voz clara pero interior me dice: “vuélvete porque sin que estéis en desierto te retirarás del mundo”.
Su oración
Nunca fui a la Iglesia sin libro, y apenas me arrodillaba abría el libro, para no mirar objetos ni distraerme, y apenas abría el libro, me recogía de un modo que ni me acordaba que estaba entre la gente. Dios me daba regalos en abundancia, la mayoría de las veces en las primeras palabras que rezaba o leía, se suspendía mi espíritu en la consideración de ellas, y no pasaba adelante porque no podía. Cuando Dios me levantaba a mejor cosas, estas gracias o comunicaciones, que así me han enseñado que se llaman, eran casi ordinarias en mí y cuando otras veces podía seguir rezando lo que me proponía, era tan pausado, porque iba muy unida la oración mental con la vocal, iba saboreándose el espíritu y gustando como de un manjar muy exquisito. Esto me ocurría muy especialmente cuando rezaba el rosario, tan detenidamente lo rezaba porque Dios y la Santísima Virgen se hacían sentir en mi alma de una manera tan dulce y sensible, que casi no podía rezar y siempre rezaba las tres partes del rosario, pero en diferentes horas.
En San Juan
Se resintió mi salud por el clima de San Juan y sentí una indisposición de estómago, y me teñí toda de color naranja y aunque me vio el médico ningún caso hizo de mi enfermedad. Sin embargo, yo no podía tomar alimento, ni podía moverme y menos caminar, por cuya razón no fui a misa un domingo. Se fueron todos y me puse a rezar el rosario con el recogimiento y devoción que acostumbraba y nunca lo rezaba sentada y por mi enfermedad no podía ponerme de rodillas un instante; pero ofreciendo al Señor y a la Santísima Virgen el sacrificio, me arrodillé como pude y al concluir el rosario con mucha violencia, quedando sana y libre de toda molestia. Concluí el rosario dándole gracias a la Santísima Virgen por el beneficio que me hizo.
Mi Madre, mi Abogada, mi Medianera e intercesora era la Santísima Virgen del Rosario, y por la devoción que le tenía al santo rosario, pedía cuanto yo quería. Nunca falté a esta devoción que tuve desde chica, de rezar todos los días los quince misterios, y en él encontraba todas mis delicias.
Deseo cumplido
Ya se determinó el día de mi viaje a Córdoba y el Señor quiso librarme de una gran preocupación en el camino y para salvarme, me puso un inconveniente, para que no saliese en la mensajería que se había pensado. En la siguiente mensajería salí yo, llegamos a San Luis y encontramos la novedad, de que estaba parada la mensajería anterior, por el asalto y que ningún pasajero se animaba a seguir. Un clérigo de los que sufrieron el asalto estaba como trastornado, el padre Paulino con otros dos religiosos que venían conmigo, hablaban con el Juez de Policía acerca de si seguía o no el viaje, pues habían mandado partidas de soldados a cuidar el camino. El Padre me preguntó si prefería volverme o seguir, yo le contesté animada de la confianza extraordinaria que me asistía y le dije: “Padre, ni los indios ni los salteradores tienen más poder que el Santísimo Rosario, por consiguiente no me vuelvo por nada”. Esta decisión animó a los demás y se determinó la marcha. Apenas salimos de San Luis, encontramos las partidas de soldados con los salteadores atados, los habían tomado y todo el viaje fue muy feliz.